(Taller Moda y pueblo / día jueves)

Nieve
Nieve, caían los copos detrás de las cortinas mientras me tomabas de pie frente a la estufa. Y mi noctámbula piel se quemaba por fuera, por dentro, mis brazos apoyados sobre la estructura de metal, tus manos sosteniendo mis caderas, trepando hasta mis hombros, buscando mis senos desde los recovecos del deseo. Más allá la nieve amontonándose sobre el pasto, en el patio apenas esclarecido por mis ojos entreabiertos y el farolito colgando sobre el marco de la puerta. Flotamos y caímos sobre las sábanas, tú introduciéndote a mis espaldas y yo jadeando debajo de ti, evaporando cada partícula de frío en la fricción de nuestros mojados pliegues, en la humedad burbujeando y chorreando, imprevista lava de invierno, llamarada de agosto en el Sur. Nieve, la sorpresa que nos preparaba la noche más gélida del siglo, primero viendo caer el cielo puntilleado de blanco, jugando como niños a arrojarnos bolas, dejando un muñeco sonriendo en la esquina donde nos embriagamos de poesía. Mirando luego esta ciudad tantas veces recorrida, ahora distinta y virginal vestida de novia desde la ventana del taxi y la calidez de mis dedos que deslizabas bajo tu cinturón. Nieve, el frío envolviéndonos y el pequeño incendio que hacíamos avanzar contra la helada noche, en la tibieza de tu carne frotando mis laberintos interiores, arropados por las lenguas de una hoguera más poderosa bajo esa irrepetible lluvia de blandas estrellas, el suave y gélido manto que nos empujó a nuestro último encuentro, a nuestro último calor y al último vuelo de nuestros entrelazados cuerpos. Nieve, caían los copos, me tomabas frente a la estufa, nuestras inflamadas pieles se derretían sobre las sábanas, las humedecidas calles de Santiago resplandecían de soledad.
cbm, 9 de agosto de 2007
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