Carnicería punk: es un centro cultural independiente, una carnicería de barrio inserta dentro de unos block social en pleno Santiago centro, que ha sido intervenida sin modificar su estética de carnicería, para realizar los talleres literarios, presentación, lanzamientos de libros, lecturas poéticas, etc.

Editorial Moda y Pueblo: somos una editorial independiente, trabajamos a partir de la fotocopia y corchetera; ediciones limitadas y enumeradas que buscan ser vendidas a bajo precio y rescatar el concepto estético de fetiche del libro por medio de diseños de libros objetos, es decir reivindicar desde la cita comercial, al libro como un objeto único de arte, inclasificable e inencontrable.

martes, 27 de enero de 2009

invitados especiales

Fiesta en la Carniceria Punk
1ªAniversario / octubre 2009


Domingo Planet, musicalizando la Performance Andy Love, homenaje a Mario Banana.-


Pablo Paredes, poeta invitado.

Domingo Planet, en vivo


Domingo Planet + king kong


Mario Banana, exhibicion de Andy Warhol


Gladys Gonzalez, poeta invitada.



"hace un año yo pensaba..." (texto)


Eugenia Prado, escritora invitada.


pesca milagrosa intervencion romantica e imposible

exija su banana de regalo


Napalm y los matematicos en vivo


Napalm y los matematicos


la noche en llamas








bananas ardiendo


domingo, 25 de enero de 2009

sábado, 17 de enero de 2009

Cosas que no existen / por Leonardo Quezada

A partir de Contacto de Dennis Cooper

Las guaguas inspiran vida, por eso siempre están rodeadas de gente, y todos sufren tanto cuando una de ellas muere, por otro lado los viejos inspiran muerte, tanta que se entiende su abandono, el “ahora descansa en paz” que los corona cuando al fin fallecen, los jóvenes sin embargo, sobretodo los adolescentes inspiran en los demás una tristeza extraña, tristeza de ver como la vida que les salía por los poros empieza de a poco a acabarse, como no se va haciendo tan raro ver un adolescente muerto. Un niño nunca puede morir, sin embargo un adolescente ya está en edad de ser mutilado, el halo de muerte que sobrevuela la adolescencia no me produce nada más que ternura, ternura de notar como cada adolescente es un niño muerto, cada adulto es un adolescente muerto, cada anciano es un adulto muerto, por que eso que fueron de una forma u otra ya no existe, la única vez que no eres la muerte de nadie es en la niñez, esa misma ternura me provoca querer morir, “no, no me gustaría morir nunca, pero si verme a mi mismo muerto. para saber quien soy gracias a la muerte.1” verme a mi mismo buscando la muerte deprisa, como lo hacía hace poco tiempo, como me vi hace poco, aturdido y perdido como a todos mis amigos y a otros que no lo son tanto, por que todos éramos adolescentes hace no mucho, y en este tiempo no hicimos otra cosa que no sea buscar la muerte, aunque sea indirectamente, sabemos de la tristeza de ya no estar llenos de vida y ya nos dimos cuenta que desde este punto en adelante el camino es sólo en bajada. George Miles es el punto nodal en el libro, donde todos se encuentran y todos se ven, cómo personajes haciendo un papel determinado, o cómo un parámetro, un limite al que no llegar, George Miles quien suele encontrar paz mientras toma ácidos y se hace el muerto, que suele encontrar paz mientras son otros los que se mueven y viven por el, mientras se recuesta y un hombre mayor práctica coprofagía con su mierda. Es el mas triste y el mas real, George Miles quien tiene una fascinación por Disney, que le gusta soñar despierto con los recorridos por las atracciones, el George Miles que esconde drogas bajo un gorro de Mickey Mouse y un espejo de Donald, ese George Miles somos todos. Somos los que a pocos minutos de llegar a la casa de un desconocido para tener sexo pensamos “este podría ser un asesino en serie, estas podrían ser las últimas escaleras que suba y esta la última imagen que tenga desde una ventana”, somos todos los que aunque sepamos diferenciar tipos de drogas e intensidades, aun conservemos cierto fetichismo pacifico por cosas de niño, por el gato cósmico, por los padrinos mágicos, por Pokemon, por toda la fauna Disney, por Mickey Mouse disfrazado de brujo, por detalles pequeños que nos hagan sentir que aun queda un poco de vida en nosotros, aunque inevitablemente somos cuerpos muriendo.

1 Cita del libro “contacto” de Dennis Cooper, cuando un personaje responde a la pregunta “te gustaría morir?” .

domingo, 4 de enero de 2009

Cachorro sin cariño / por: Jose Carlos Henriquez

Niño tonto
no tienes para qué saltar ni gritar
si no es para tanto
agradécelo calladito
sécate los ojos
respira profundo
si no es más que un puñado
de inevitable ternura feroz
lo que se te arrojó
para rescatarte con urgencia
después de haberte regalado tantas veces
traicionándote las hormonas
entre pieles sin nombre
bocas sin voz
entre promesas a medio cumplir
pedacito de hombre porfiado
meneando la cola
como cachorro sin cariño
encaprichándote con carne que sólo fue carne
hasta verte de un momento a otro
sin siquiera el compás
de al menos un pecho firme
sabiendo que todo ya era un desierto
y arriba un cielo desteñido sin aves
así que empuña muy fuerte
para que no huya entre tus dedos
esa exacta porción
que puede mantener tanto paraíso
ahora que no te bastan roces duros
ni susurros a media noche
niño tonto
que te acabas de percatar
de tanta mentira
que te metieron en el cuerpo
después de haber obsequiado
tanta ricita fulminante
arrodillándote para suplicar
alguna caricia por muy efímera
enmascarándote una y mil veces
del personaje favorito de tu postor
siendo el juguete más cotizado
entre tanto fetichista sin escrúpulos
habiéndote herido
más allá de tu epidermis
viviendo porque quizás cuesta más morir
para llegar ahora a conformarte
con eso que contienes
como único tesoro que
no es más que un puñado
de inevitable ternura feroz.

sábado, 3 de enero de 2009

A partir de Gladys Gonzalez / por: Gonzalo David

EL LADO SALVAJE DEL DOLOR
A partir del libro “Gran Avenida” de Gladys González


Verano de 2005. Bebía con un amigo en un bar de mala muerte en el centro de un pueblo X. Tenía la vida hecha pedazos y llorábamos de rabia de estar en ese pueblo X ese verano de mierda. Me dijo que no éramos los únicos en estas noches bastardas y terribles, me dijo que había conocido a una chica rara, mirando el mundo con fobia, habitando los paraderos tristes de Gran Avenida. Me dijo que, tal como nosotros, a 140 km. estaba esa chica vagando como una eterna cicatriz por la ciudad, con el corazón oxidado, tatuado por tantas historias de forma violenta sobre la superficie. Me dijo que la leyera, que la buscara en la internet y me convirtiera en su fan, que fotocopiara sus poemas y los pegara en los muros de mi pieza, que escribiera su nombre con mi orina sobre el piso de bares y discotecas, porque su nombre era muerte, porque su nombre dolía más que todas las llagas en la historia de este país.

A partir de Rayuela / por: Carolina Vega

Cárceles de Invierno: Libertad en Montparnasse


Las noches de invierno son para dormir arropados en abrazos. Escucha cómo nos tiembla la lluvia; cuerpos sudorosos y noctámbulos, recetas zodiacales, marcas en el cuello. Mira cómo nos entrelazamos con elongaciones de ciempiés y tú me respiras dentro de la oreja. A veces me dices versos. A veces te quedas mirando cómo las gotas dibujan nostalgias en las ventanas.

La Maga revolvía la bombilla. Había agachado la cabeza y todo el pelo le cayó de golpe sobre la cara, borrando la expresión que Oliveira había espiado con aire indiferente.

(Cuando saltábamos. Cuando dibujábamos con tiza la rayuela en el piso y veíamos sobrevolar aviones ante nuestros ojos)

La lucha contra el pasado es una enfermedad irremediable, porque ahora yo te cuento y en veinte minutos más seremos fantasmas recorriendo Montparnasse. Hay que reinstalarse en el presente. Parece que no soy un Mondrian. Ergo … Pero Mondrian pintaba su presente hace 40 años. (Una foto de Mondrian, igualito a un director de orquesta típica ((Julio de Caro, ecco!)) con lentes y el pelo planchado y cuello duro, un aire de hortera abominable, bailando con una piba disquera. ¿Qué clase de presente sentía Mondrian mientras bailaba? Esas telas suyas, esa foto suya … ¿Habismos?)

Yo me escondía para leer. Subrayé la totalidad del libro, por parecerme una agonía maravillosa entre la fantasía y el sueño. De noche llovía y además del grafito marcaba con plumas los capítulos sobrecogedores, tal como las sábanas nos esbozan, y si te llamo Horacio o nariz de azúcar o caballito de juguete, es porque con ellos compartes una L, que es como decir que mi Lengua Lame la totalidad de tu invierno.

En ese tiempo yo deambulaba por pasadizos secretos y toda hecatombe quedaba silenciada con epítetos de normalidad. Lo curioso es que en París crecían en los pasamanos de las escaleras y todo el tiempo hacían el amor, freían huevos; casi no tenían ropa y de cuando en cuando cambiaban las palanganas, porque las goteras les mojaban los verbos.

En la portada hay una cama deshecha, como si la Maga hubiese invitado a Oliveira a burlar los puntos cardinales y todos los espacios en blanco fueran cicatrices guardadas como trofeos de sus silencios.

Porque bajo esta lluvia yo te invito a caminar y tú cedes, con pasos de niño marchito, bendecido por la sonajera del otoño y toda esa rumba de ropa, los manotazos, las mordeduras en el pelo. Alma mía -dijo Ronald- cállate un poco para que podamos identificar esas pisadas. Sí. Es el rey de los pigmentos, es Etienne, es la gran bestia apocalíptica.

Me recuerda un gato sobre los tejados y ese suicidio colectivo de la lluvia mordiéndonos los labios.

La casa huele a cera. El agua hirviendo quema los bordes de la taza. Alguien acude sin golpear. Alguien misteriosamente se ovilla dentro de su ombligo y abraza y besa con sabor a invierno. Yo te digo que el invierno nos canta y tú desaceleras el pulso. Entonces, buscamos al azar hojas subrayadas con nombres: Ossip, Atalía, Yo-yo, Manú, Morelli, Perico, Ceferino, Traveler, inválidos.

Porque todo es una profusa sinfonía ceñida a los traumas y las facilidades del exilio y la norma y la sonrisa al costado de las mermas.

Porque tú y yo deshicimos las camas para amalgamarnos como animales friolentos absurdamente dependientes de aquello que vociferamos como virtud; y lanzamos ecos entre la muchedumbre enrarecida y florecemos como bestias en miniatura a cuyo rugido accede la noche con su filo.