
miércoles, 25 de marzo de 2009
Lanzamiento de Disidencia Sexual

viernes, 13 de marzo de 2009
Fragmentos Moda y Pueblo







accion de arte Homenaje a Cecilia Vicuña




performance de resistencia en Pabellon Balmaceda 1215 Quinta Normal.


accion de arte homenaje a Gabriela Mistral, 120 Piececitos de niños tomandese el reino
http://www.youtube.com/watch?v=VhUcBWqGdOA
miércoles, 11 de marzo de 2009
Cráter / por: Francisco Villarreal
Hay días en que Santiago parece una ciudad bombardeada, abierta, fracturada, en donde vemos los aviones, unos tras otros, oscurecer el cielo en donde el sol se oculta tras pequeña figuras cayendo como pájaros muertos siempre cayendo siempre muertos. Hay días en que Santiago se ve bella con sus habitantes tirados en el suelo, en esos días que son días como estos, todos nos recostamos donde nos encuentra la oscuridad y simulamos dormir, no simulamos estar muerto, por que acá siempre lo estamos. En esos días, que son estos días, no alzamos los puños pero nos tomamos los lugares dejándonos caer rápidamente, acá siempre todo es rápido, excepto el recuerdo. Las calles, las estaciones de metro, los edificios, el río, son los lugares propicios para anidar. Hay días en que Santiago se esfuerza demasiado para hacernos creer que aún estamos en los ochentas. Hay comparaciones que quitan vida y pruebas que nunca se logran pasar. Hay días que son noches suspendidas en que nadie queda boca arriba, en que todos simulamos dormir siempre el dormir aunque estemos con los ojos abiertos de pie decidiendo si los brazos quedan mejor junto a las piernas o encima del pecho o unos cuantos metros más allá, mientras decidimos si es mejor caer de rodillas o de espalda. Hay días en que Santiago parece una ciudad bombardeada con cráteres por todos lados con quiebres en todas partes, en esos días que son días como estos, nuestro ritual máximo es cortarnos con papel las yemas de los dedos y no quejarnos y pintarnos debajo de los ojos como soldados porque la sangre seca cuesta limpiarla y eso nos gusta porque luego no habrá formas de que nos reconozcan.
Hay días en que Santiago no nos quiere. Santiago nunca nos ha querido. Hay días en que se hunde, aunque no cese de haber edificios aunque no paren las construcciones Hay días en que Santiago parece una eterna reconstrucción aunque todo lo que la habita sea nuevo: tu estación de metro tú casa prefabricada tu departamento unipersonal tu auto chino tu avenida asfaltada tu mall californiano tu iglesia evangélica. Hay días en que Santiago se hunde sobre su propia herida abierta y son en esos días, solo en esos, en que nos cobija, en que tirados en el suelo mitad calle mitad vereda nos mese mientras un sin número de plumas no atraviesan nos marcan siempre las marcas entonces todos sangramos Hay días en que nosotros nos parecemos tanto a Santiago que no nos reconocemos y chocamos y nos preguntamos los nombres los parientes los amigos los colegios los veranos las fiestas las folladas y de nuevo los nombres y de nuevo las folladas. En esos días que son días como estos nosotros inventamos que tenemos una historia que contar y una vida que vivir y nos creemos sólo en esos instantes en que el sol se logra percibir. Ha días que no lo son, porque el tiempo logra detenerse cuando la espera es demasiado larga. Santiago es una eterna espera aunque pareciese que sus expectativas están siempre completas. Hay días en que se cree una gran herida satisfecha. Hay días en que todo Santiago es una gran zona cero en donde pareciera que todo está desierto completamente desierto, entonces nosotros nos hacemos los dormidos aunque no respiremos. Hay días en que Santiago no nos quiere porque nos parecemos tanto a él tanto a sus límites abollados tanto a su herida abierta.
Fragmento de "Arcada" / por Carolina Vega

A tu izquierda, un crucifijo invertido burlaba todo afán de salvación y yo en el fondo rogaba que murieras, para terminar con esta llaga de extremidades prestadas.
Pero había una parte de mí que naufragaba entre cuchillos de nieve, braceándote hasta el borde de las axilas; trayendo de nuevo la nostalgia, la quijada, la mancha que mira el feto cuando la vulva lo arroja a la luz.
Nosotras fuimos cosiéndonos las piernas, la clavícula y una bandera tan cerca del pezón, que luego aprendimos sobre la sed y nos resultó imposible separarnos, porque tú me mordías la carne y yo me aferraba a tu enfermedad, sabiéndote perdida y maldita.
Hubiese preferido quedarme muda, porque a veces las palabras duelen tanto como el hierro que marca la piel de las bestias.
Cuando yo era pequeña comía arvejas con las manos y escribía con tiza bajo el parrón de mis abuelos. Jugaba a hornear pancitos de piedra y me escondía de los perros a la hora del hueso.
Iba a preguntarte, pero tú no te vas a acordar, porque cuando vino la ambulancia carecías de pulso y yo te miraba de lejos. Tenías las pupilas completamente dilatadas y un par de hallullas dentro de una bolsa celeste. Habías dejado la ropa con que deseabas ser sepultada, y aunque a ti no te hubiese gustado, pensé que sería preciso maquillarte.
La procesión de agujas que te enterraban en los brazos se contradecía con tu expresión de paz y la inercia de tu cuello, que no respondía a ningún estímulo.
Habías terminado de bañarte y las toallas conservaban la humedad. Procuré acercar mi nariz y entre el agua y tu aroma percibía ecos de jabón para soplar burbujas o pesadillas.
Tengo un amigo que dice que todos hemos venido de París, y en ese caso me gustaría volver, aunque sólo balbuceando, pues existen paisajes advertibles con las falanges y la punta de la lengua.
Me gusta oír el sonido con que el mar nos ensordece. Todo porque el viento es un accidente entre el agua y las hojas de los árboles.
En este momento, la maquinaria trabaja, vuelan moscas, un perro jadea observando su osito de peluche en el jardín. Los semáforos cambian de color. Hay damascos maduros, almendras cuajadas, cantos de aves y un avión. Tú me enseñaste a decir adiós porque nadie sabe si regresa.
Iba a preguntarte, pero tú no te vas a acordar, porque estuviste agonizando cinco días seguidos y las enfermeras te bañaban en seco. Tan indiferente estabas, que ni siquiera tenías conciencia cuando te abrían las piernas para limpiarte el pubis.
En eso, llegó un tipo accidentado, con las manos hechas bolsa y hematomas bajo los párpados. Parece que en la muerte se pierde el pudor, porque a él la camisola le quedaba suelta y yo le miraba los testículos mientras lloraba.
A veces sueño que tengo pendiente un examen de matemáticas y memorizo las fórmulas aunque no sirvan de nada.
Si me dieran a elegir, preferiría regar las plantas, caracoles en el jardín, un triángulo en la frente, el crepitar del fuego, el nombre del asesino, un iris como arcano del mundo, el misterio y la belleza del aprendizaje.
El año que me enseñaste a leer y a escribir caminábamos por las calles atentas a los letreros. Me preguntabas “Carolina, mira, qué dice ahí?” y yo sin soltarte la mano leía de izquierda a derecha frases alusivas a la venta de productos. A ti te asombraba mi facilidad de asociación y me acuerdo que hasta entonces sonreías.
Iba a preguntarte, pero tú no te vas a acordar, porque cuando se vuelve del otro lado se firman pactos de silencio con el de más arriba. Yo no sé para qué me enseñaste a leer, si no me dejaste ninguna carta que justificara mi orfandad y mi rabia.
Los días siguientes dormí con mis amigas en tu cama. A veces despertaba llorando. A veces me cocinaban huevos revueltos y la casa era un caos; no por mí, sino por tus huellas. Esperábamos un llamado para donar tus órganos y yo pensaba que si ibas a vivir en el cuerpo de otro, podría abrazarte y decirte que te quería, aunque tú en tu interior jamás volvieras a escucharme.
Si te digo todo esto es porque mañana cambiaremos nuestros hábitos y tú vas a verme de lejos, sin reprocharme haberte salvado. Algún día me escribirás una carta diciéndome que me amas, pero no la vas a enviar, porque así es como funcionan las cosas entre nosotras.
Por ahora caminas más muerta que viva
y yo te odio
como si tu cuerpo fuera un accidente
que mi silencio no puede callar.
viernes, 6 de marzo de 2009
Dialogo / por Gonzalo David

-creo que si...
-será bonito imaginarte en esos parajes y callecitas con las que siempre he soñado
-París tiene esa nostalgia que se respira en todos los rincones; me da un poco de miedo...
-miedo a qué? deberías estar feliz, vivirás en el paraíso...
-de verdad lo crees?... para mí el peor infierno es vivir con las palabras amarradas a la garganta...
-... lo sé. Algunos Domingos salgo a caminar con una angustia terrible en el corazón, pensando que la historia de este país es más fuerte que la ternura
...sabes?
-dime
-...
-qué pasa?
-nada...
-de verdad?
-... no, es demasiado tarde
-tarde para qué?
-qué importa?... ya todo se pudrió
-qué todo?
-... nada
-... sabes?... mientras no hables me seguiré muriendo de a poco
-... una vez tuve un sueño. Quizás pensarás que soy una estúpida. Una vez soñé que dejaba esta ciudad de mierda y me iba muy muy lejos contigo, a un lugar donde se pueden ver las estrellas brillando en la noche. Soñé que teníamos un par de hijos hermosos y una casita perdida en el Valle del Elqui. Soñé que vivíamos fuera de los márgenes sociales pero eso de nada importaba porque éramos inmensamente felices, como nuestras familias nunca llegaron a serlo, como nosotros, probablemente, tampoco lo seremos; porque de una cosa estoy segura:
cuando tomes ese avión será nuestro suicidio
Uno siempre siente que le falta algo

Me duelen los huesos parece que me estoy resfriando todos están resfriados las amígdalas inflamadas siempre están reventándose en mi garganta y la inyección que es vidrio molido que te meten en la piel para que llegue pero duele tanto como el brazo morado de dientes marcados porque no se porque no deja de morderme me gusta me siento marcado cada vez que siento el dolor me acuerdo que está loco y que quiero vivir solo luego porque mi mamá también está loca pero de una locura diferente no como la del topón que le recuerda a su papá porque a él le recuerdo y a mí me da risa de lo enfermo que puede parecer todo y me enojo ya no quiero que me muerda y no quiero enfermarme porque lo que hoy hice no tendrá ninguna importancia si mañana no voy ojalá que al revelar el anticuerpo se encienda en la sala roja que no me gusta estar porque me cuesta calcular los tiempos para que él se calle y no repita todo cállate por favor quiero enamorarme de verdad porque parece que no sé el frío siempre me enferma no soporto el frío quiero que llegue el verano porque siempre en el tibio siento la ausencia y quiero sentir que me levanto en la mañana con olor a lustramueble y mi mamá cantando a la Ana Gabriel que me carga pero no también la he escuchado y existen frases que me encantan como las que leía este verano pensando que todo era distinto pero la espera la caminata el vodka los ex y la pieza sin cortinas que los vecinos nos veían teniendo sexo o al menos eso yo creía y me fui temprano y me sentí el hombre que se lava los dientes y va al trabajo y la esposa le dice espera lo besa lo roza cuando bajé y caminé sentí que tenía algo distinto que todos me miraban en la micro pero yo iba como orgulloso del sudor masculino de pómulos firmes siempre uno siente que algo le falta o tiene algo de más como la ester que el otro día me dijo que también sintió lo mismo y lo quiero tanto bakán pos si estás con él y yo me volví a dormir sabiendo que por algo sentía que todo a veces se vuelve típico entonces pienso tal vez estoy muy estructurado y no hay otra solución a las lágrimas que hoy dieron luego que se terminara una etapa importante en el trabajo que no me deja y no puedo dejar de pensar a cada rato en lo mismo entonces me vuelve la frase de la ester y pienso es así y me pongo triste.
Mi país distante / por Oscar Hurtado
